A los 8 o 9 años conocí las palabra adular y lisonjas. Me las enseñó mi papá, después de que leímos juntos la fábula de Esopo donde la raposa llenaba de lisonjas al cuervo, que en respuesta a todas esas adulaciones quiso demostrarle lo bonito que cantaba, soltando el queso que tenía en su pico. A mis cortos años comprendí que las lisonjas y adulaciones son de quienes desean algo para sí, y que quienes creen en estas palabras falsas siempre van a perder. Las personas tienden a confundir el buen trato con la adulación. Piensan que tratar bien es igual que tratarlos de Claudita o Claudito, y alabarlos constantemente. O que se trata de dar abracitos para arriba y abracitos para abajo, y en la era de facebook, escribir “linda”, “hermosa”, “guapa”. Pero no. Eso no es buen trato, eso es adulación, una capa superficial de relación, que raras veces llega a capas más profundas. El buen trato va más allá de dar un “abracito” virtual. El buen trato nos exige, por ejemplo, llegar a la hora, devolver lo que nos prestan y cuidarlo, cumplir con la palabra dada, cumplir con las tareas de equipo, agradecer al otro por sus colaboraciones o aportes y apoyarlo cuando requiera ayuda. En pocas palabras la adulación es fácil, y el buen trato, en cambio, implica trabajo y un actuar en consecuencia, porque va más allá de un saludo cordial. Por ejemplo, de nada sirve ser cordial al saludar, si al momento de requerirse apoyo esa persona se ausenta. ¿Qué es entonces el mal trato? El maltrato, como es obvio, es lo contrario del buen trato: llegar a atrasado, no pagar el dinero que debemos, no cumplir con la palabra empeñada, comenzar por mí en lugar de comenzar por las tareas de equipo, no cumplir con los acuerdos, entre otras. Las personas aduladoras tienden a ser más populares que las personas que ofrecen buen trato. Una persona que, por ejemplo, trabaja en una oficina como hormiga de manera invisible, tiende a ser pisoteada por otra que llega con pasos de elefante a llenar de besos y abrazos a quienes trabajan en esa oficina, aunque llegue atrasada, te deba plata, y se retire antes del trabajo. Esto porque vivimos en la era de la forma, no del fondo, y las personas tienden a ver pasar situaciones enfrente de sus ojos y quedarse con lo más superficial, sin postura crítica. Pero mientras más superficial se ponga en mundo, más responsabilidad nos requiere. El mundo no necesita lisonjas, requiere compromiso y que en lugar de tomarnos un minuto en hacer una tarea, nos tomemos dos para hacerla y revisarla de manera de no afectar a mi compañero de equipo. Que apoyemos al de al lado cuando este nos necesita. Que lleguemos a la hora y cumplamos con la palabra aunque esté tan pasado de moda. Que paguemos nuestras deudas, especialmente si la persona a la que le debemos confió en nosotros y había un acuerdo de por medio. Eso es buen trato, no las adulaciones, las lisonjas, los abracitos y todo lo terminado en “ito”. Vayamos más allá de la superficie y animémonos a ser más responsables en nuestras relaciones interpersonales, a tener buen trato entre nosotros, e ir más allá de un saludo cordial. Menos “hablamiento” y más acción! OmbligO, 05.dic.2017
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