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EL NARRADOR ORAL: EL GRAN AUSENTE EN LAS BIBLIOTECAS PÚBLICAS

Ponencia publicada en el Nütram: 1er Foro Teórico de Narración Oral en Chile de CINOCH

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Resumen

Chile es un país con un alto índice de alfabetización, siendo situado en algunos estudios, como el país más alfabetizado de Latinoamérica. Sin embargo, y en contraste, las evaluaciones nacionales e internacionales demuestran que tanto estudiantes como adultos presentan una baja comprensión lectora (PISA, SIMCE, IALS). Es por esto que el gobierno ha invertido recursos desde el año 1993 en las bibliotecas escolares o BiblioCra, así como implementado dos planes de lectura: el Plan Nacional de Fomento a la Lectura Lee Chile Lee, implementado en la administración de Sebastián Piñera 2010-2014, y el Plan Nacional de la Lectura, implementado en la administración de Michelle Bachelet 2015-2020. Y aunque hoy las bibliotecas cuentan con buenas ofertas bibliográficas, estanterías más acordes a los tiempos, y encargados que han recibido perfeccionamientos para la mediación de la lectura, pareciera que este último fuera el punto más débil. Las bibliotecas escolares en la mayoría de los casos aún no se convierten en el punto vivo que se esperaba que fuera, y muchas bibliotecas públicas continúan siendo el punto de encuentro para algunos, pero un lugar totalmente desconocido para la mayoría. En este contexto cabe preguntarse por qué el narrador o cuentacuentos no se encuentra trabajando de manera permanente en las bibliotecas. La respuesta es sencilla, porque en lugar de destinar recursos a su contratación, se invirtió en capacitar a los encargados de bibliotecas, esperando que ellos cumplieran este rol que no todos están dispuestos a asumir.


Abstract

Chile is a country with a high literacy rate, being located in some researches, as the most literate country in Latin America. However, national and international tests show that both students and adults have low reading comprehension (PISA, SIMCE, IALS). That is why the government has invested resources since 1993 in school libraries or BiblioCra, as well as has implemented two reading plans: the National Plan for the Promotion of Reading “Lee Chile Lee”, implemented by the administration of Sebastián Piñera 2010-2014, and the National Plan of the Reading, implemented by the administration of Michelle Bachelet 2015-2020. And although today the libraries have good bibliographical offers, shelves more in line with the times, and managers who have received improvements to mediation of reading, it seems that the latter was the weakest point. School libraries in most cases still do not become the living point that was expected to be, and many public libraries continue to be the meeting point for some, but a place totally unknown to most. In this context, arises the question why the oral narrator or storyteller is not working permanently in libraries. The answer is simple, because instead of allocating resources to their hiring, the goverment invested in training library managers, hoping they would fulfill this role that not everyone is willing to take on.


La paradoja de Benjamín Benjamín es un estudiante promedio. Asiste a una escuela municipal y tiene padres preocupados. Ellos, al inicio de cada año escolar reciben la lista de los libros que deben ser leídos mes a mes, y la agradecen, porque así pueden buscar los libros con tiempo en la feria cerca de la casa. Ellos no saben que el libro se encuentra en la biblioteca del colegio, porque Benjamín sólo la visita una vez al mes con su curso. Desconocen también que el libro se encuentra en la biblioteca pública de su zona, porque nunca la han visitado. Casi siempre encargan el libro al “casero” de la feria. Y las veces en que no les es posible conseguirlo, unos días antes de la prueba se lo consiguen con algún compañero y lo fotocopian. Como a Benjamín no le gusta leer, sus padres negocian con él los permisos de televisión y juegos en el computador, y, así, logran que lea y se saque una “nota azul”. La realidad de Benjamín, no es aislada. En este breve ejemplo es posible ver cómo las personas que rodean al niño se esfuerzan para que lea. Por una parte está la profesora, que envía año a año la lista de lectura domiciliaria con tiempo para que los padres puedan conseguir los libros sin dificultades. Por otro, se encuentra la encargada de la biblioteca, que se preocupa de que la treintena de cursos del colegio visite el lugar por lo menos una vez al mes. En un tercer lugar se encuentran los padres que hacen lo que esté a su alcance para que el niño pueda leer el libro que le corresponde. ¿Por qué entonces a Benjamín no le gusta leer? ¿Cómo es que se produce la paradoja? Sucede que el entorno del niño está concentrado en que lea, no en que desarrolle el gusto por la lectura. Y Benjamín, a su corta edad, ha registrado en sus experiencias que: 1) no se lee por placer, sino por obligación, para una prueba, por una nota y que si no cumple lo castigan; 2) Debe leer lo que otros le dicen que debe leer, y por tanto no puede escoger; 3) la biblioteca no es un lugar de libre acceso, pues cada vez que ha intentado ir está ocupada con algún curso o cerrada por colación; 4) los libros son aburridos, especialmente los fotocopiados, porque en ellos no se distinguen las ilustraciones. Muchos de los fracasos por fomentar la lectura son debido a prácticas que llevan años instaladas, asumidas como buenas prácticas, pero que en realidad no lo son. Por el contrario, se trata de protocolos, recetas, y costumbres anticuadas, adquiridas en otros tiempos, en donde los libros eran distintos y los estudiantes también. Es por esto que el cambio de paradigma es fundamental. No basta con tener los libros, ni con leer uno al mes. Ni siquiera basta con tener recursos y un esfuerzo mancomunado entre padres, bibliotecarios, profesores, y gobierno. Lo que en realidad se requiere son mediadores de la lectura, con experiencia, que sepan construir los puentes necesarios para hacer que las bibliotecas se conviertan en espacios abiertos, los libros en objetos amigables, y la lectura en un acto placentero. Uno de los actores más propicios para esto es el narrador oral, más conocido como cuentacuentos, dado que muchos utilizan el libro y los cuentos de autor como sus principales herramientas de trabajo. No obstante, el cuentacuentos ha estado alejado de las bibliotecas públicas y escolares, porque los esfuerzos se han concentrado más en el acceso que en la mediación. Los esfuerzos nacionales Chile es un país en donde el 99% de los estudiantes finaliza la enseñanza básica (INE, 2006), y casi la totalidad de su población es alfabetizada. El CENSO 2002 determinó que el 95,8% de la población mayor de diez años lee y escribe (INE, 2003). Un estudio estadounidense, por otro lado ubicó a Chile en el primer puesto latinoamericano como el país más alfabetizado (Palavecino, 2016). A pesar de estos índices, el gobierno chileno ha invertido grandes recursos en las bibliotecas públicas y las BiblioCra (bibliotecas escolares -Centros de Recursos para el Aprendizaje). Los esfuerzos por transformar las BiblioCra en puntos vivos, data desde 1993, en una iniciativa que incluyó al Banco Mundial. Por otra parte, desd Para que una persona oficie de mediador, y, por tanto, se convierta en un puente que acerque los libros a las personas, requiere no sólo tener la intención de hacerlo, sino que también saber cómo hacerlo. Puede serlo un padre, una madre, un bibliotecario, una profesora, y en general cualquier persona lectora, que sepa dar valor al libro y acercarlo a otro. Un mediador que trabaja como tal de manera intencionada, planifica actividades de mediación, pero también es un transformador de su entorno, quitando los obstáculos que pudieran entorpecer el desarrollo del interés por la lectura. Es por esto último que podemos decir que la encargada del CRA de la biblioteca de Benjamín no era una mediadora de la lectura. Aunque planifica actividades de manera regular para los cursos de su establecimiento, no está facilitando el acceso a los libros. El libro para Benjamín continúa siendo un objeto restrictivo y esquivo. Es probable que de tener este niño mejores oportunidades de revisar y hojear libros, podría seguramente ir haciendo hallazgos literarios de acuerdo con su interés. Pero es mucho más probable que dada su escasa relación con los libros, al tenerlos a su alcance, no sienta interés por ellos, puesto que a su corta edad ha registrado en su experiencia que leer es una obligación escolar. Es aquí donde el narrador oral puede cumplir un rol clave, ayudando a revalorar el libro a través de la animación a la lectura. Si bien hay narradores orales que se dedican a contar cuentos de la tradición oral o de su propia autoría, hay muchos otros que utilizan cuentos de autor como la fuente de su trabajo. Ellos toman los cuentos que normalmente podemos encontrar en una biblioteca, los adaptan para llevarlos a la oralidad, y luego los narran con su arte ante un público expectante. Salvo quienes trabajan con kamishibai, en general los cuentacuentos trabajan desnudos de apoyos como imágenes, videos o música, y debe ser quien escucha el encargado de ir encadenando mentalmente la historia a través de escenas construidas en su imaginación. Ahí se produce la magia, porque el niño o adulto que escuchó el cuento – si es que el cuento ha sido bien contado, valga esta salvedad- registrará la experiencia de manera emotiva, y si luego de esto dejamos al alcance del público el libro desde donde se extrajo la historia contada, entonces será inevitable que éste sea hojeado, acariciado, pedido y, en muchos casos, leído. Aun cuando el libro no se deje al alcance y los años pasen, puede suceder que encontrar un libro con un cuento que se escuchó antes se convierta en un momento de júbilo. Entonces, ¿por qué no hay un cuentacuentos en cada biblioteca pública o BiblioCra? La verdad es que al menos la intención ha estado, porque casi todos los encargados de bibliotecas señalan haber asistido a algún perfeccionamiento de narración oral (o a varios). No obstante estas capacitaciones no han instalado la narración oral como una actividad permanente dentro de las escuelas y bibliotecas. Es bien sabido que la gran mayoría de los estudiantes escucha cuentos de manera regular mientras se encuentra en prebásica, ya que las educadoras de párvulos en general se esfuerzan por hacer de esta una práctica constante. Pero ya en primer año básico es muy raro que los estudiantes puedan escuchar cuentos de parte de sus profesores, y más raro aún que puedan asistir a una función de cuentacuentos (salvo honrosas excepciones en las que contratan cuentacuentos en el mes de abril para celebrar el día del libro). Las actividades de animación a la lectura que suelen realizarse, por lo general corresponden casi en su totalidad a lecturas animadas, dado que, comparativamente con la narración oral, requieren de mucho menos tiempo y preparación. Y cuando se le pregunta a un encargado de biblioteca por qué no cuenta cuentos luego de los perfeccionamientos recibidos, la respuesta suele ser el miedo, la vergüenza y la timidez. Sin desconocer que las lecturas animadas pueden contribuir enormemente al fomento lector, especialmente cuando han sido bien preparadas con anterioridad, no es menos cierto que éstas suelen ser casi la única instancia de animación a la lectura que se da en bibliotecas escolares. Pero lo que es peor aún, estas lecturas animadas siguen un patrón: los niños escuchan un cuento y luego ilustran o colorean una lámina relacionada. ¿Qué hacer entonces para que los estudiantes y usuario de bibliotecas puedan tener otras instancias de animación a la lectura? La propuesta Jorge Díaz dice que contar un cuento es un milagro. Quizás por esto es que no basta con asistir a un taller de cuentacuentos para que un encargado de biblioteca lo incorpore como práctica habitual. Saltar desde la silla del espectador hasta el espacio escénico del narrador implica un salto cuántico que no cualquiera está dispuesto a dar. Es por esto que sería más efectivo perfeccionar sólo a quienes realmente se encuentran interesados en narrar oralmente y así el resto del dinero podría ser destinado a contratar cuentacuentos permanentes o itinerantes en bibliotecas públicas y escolares. Es necesario que cada biblioteca cuente con un narrador oral con experiencia, que pueda narrar no sólo a niños, sino que también a adultos. Si las evaluaciones señalan una baja comprensión lectora en adultos, suena lógico destinar recursos para contratar cuentacuentos que sean capaces de encantarlos con la lectura, dado que padres lectores podrán convertirse en mediadores de la lectura para sus hijos. Y este narrador oral debe tener tal experiencia que pueda hacer que una persona que fue por primera vez a la biblioteca a una función de cuentacuentos, en un futuro regrese e invite a alguien más. De este modo, la biblioteca pública dejaría de ser un espacio olvidado en el barrio, y la biblioteca escolar se convertiría en un espacio efectivo para el fomento lector. Se hace necesario generar una política pública que destine recursos para la incorporación permanente de cuentacuentos en las bibliotecas públicas y escolares. Esto implica, en nomenclatura del actual Plan Nacional de la Lectura (Gobierno de Chile, 2015), intencionar la narración oral como una actividad de “Acceso” de las que genera “oportunidades de encuentro”, con un presupuesto fijo destinado para ello. Implica, además, comprender que un buen libro adquirido en una biblioteca, requiere de un buen animador que invite a leerlo. Una persona que en su vida cotidiana no acostumbra a leer, no se acercará a la biblioteca pública a descubrir qué nuevos títulos hay para ver si se interesa en comenzar a leer. Pero si ve un anuncio con una función de cuentacuentos, es probable que sí se interese en asistir y ése debe ser el primer paso en un puente que debe mantenerse firme hasta que esa persona se convierta en lectora. Por otro lado, al incorporar cuentacuentos a las bibliotecas públicas y biblioCRA, aunque sea de manera itinerante, contribuiría en algunos casos a liberar de actividades a algunos encargados que se ven sobrepasados en sus labores, como era el caso de la encargada de la BiblioCra de la escuela de Benjamín. Si a los esfuerzos anteriores sumamos: 1) acabar con las listas de libros obligatorios para leer; 2) encargados de biblioCra que no tengan como único objetivo cumplir con que los estudiantes visiten la biblioteca una vez al mes; y 3) bibliotecas públicas más populares valoradas por sus vecinos; entonces de seguro habría Benjamines y padres de Benjamines que valoran la lectura como una actividad placentera y necesaria en sus vidas.


Bibliografía

  1. Daniela Palavecino. (2016). Estudio sitúa a Chile como el país con mayor alfabetismo de América Latina. 19-04-2017, de Diario La Tercera Sitio web: http://www.latercera.com/noticia/estudio-situa-a-chile-como-el-pais-con-mayoralfabetismo-de-america-latina/

  2. Gobierno de Chile. (2015). Plan Nacional de la Lectura 2015-2020. Santiago de Chile: Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

  3. INE. (2003). Censo 2002, Síntesis de Resultados.. 19-04-2017, de INE Sitio web: http://www.ine.cl/cd2002/sintesiscensal.pdf

  4. INE. (2006). Alfabetización, Día Internacional. 19-04-2017, de INE Sitio web: http://www.ine.cl/filenews/files/2006/septiembre/pdf/alfabetizacion.pdf








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